Ah, la noche de Halloween. La noche en el que algunos homenajeamos a esos personajes —de ficción o no— que aterrorizan nuestros paseos de vuelta a casa por las noches a horas absurdas. Sombras que parecen lo que no son, ruidos y chasquidos que invitan a nuestra imaginación a pensar en nuestro inminente fin, destellos que revelan formas grotescas en mitad de la oscuridad. La noche de Halloween es algo más —mucho más— que una simple excusa para disfrazarse, los que lo hagan, e ingerir cantidades obscenas de bebidas de contrastada insalubridad mientras bailamos al ritmo de supuestas tonadas oscuras y terroríficas —tolerancia cero con el Time Warp sonando sólo en Halloween, por favor— en algún garito de mala muerte decorado para la ocasión con toda la parafernalia de algún proveedor e importador de dudosa ética empresarial. ¿Acaso hay mejor forma de disfrutar de una noche de desenfreno alcohólico que hacerlo semi inconsciente, balbuceando, escuchando una y otra vez las mismas canciones? Sí, la hay.
Epidemia de terror. O, ¿qué cojones escuchamos este Halloween? (II)
Epidemia de terror. O, ¿qué cojones escuchamos este Halloween? (I)
Halloween es el día grande de Studio Suicide a la espera de que alguien reconozca el día de su fundación como fiesta de importancia nacional. Mientras eso ocurre, esperamos al día oficial del terror para vestir nuestras mejores galas de telarañas con imperdibles para recordarles por qué estamos aquí: abofetear con ímpetu la acomodaticia posición de la crítica musical dominante. Es por eso que no esperen encontrar lugares comunes, canciones llamadas Halloween o una lista de «Los mejores discos de terror de todos los tiempos», porque antes nos arrancábamos los cojones a mordiscos que ofrecerles la misma ignominia mental que los otros les ofrecen cada día como periodismo o, peor aún, crítica musical. Aquí somos auténticos, aquí venimos a dejarnos los puños.
Karna – Diabolic: Soundtrack For My Nightmares (2004)
No es ningún misterio que muchas de las figuras del dark ambient se nutren del vasto e infinito universo de las pesadillas para crear sus composiciones. Se adentran en los misterios que esconden la siempre perturbadora mente humana a través de los sueños turbulentos y los miedos más profundos para plasmarlos en forma de sonidos y melodías. También es cierto que desde fuera del dark ambient se abusa del concepto «pesadilla» y se etiqueta a la ligera, sin ningún tipo de criterio, cualquier ejercicio musical surgido de esta escena reduciendo así todo un movimiento musical a un número finito de clichés que no sólo no son representativos, además lo reducen a la superficie sin entrar a valorar componente más profundos. Reflejar de forma sonora el intrincado y peligroso mundo de los sueños turbulentos y despiadados no es algo que deba tomarse a la ligera: el miedo es algo inherente al ser humano y las pesadillas, como representante onírico de estos miedos, son una de sus expresiones más crudas puesto que éstas son capaces de saltarse los muchos mecanismos de defensa de los que dispone nuestra mente y aparecer en un momento en el que nuestro cuerpo y nuestra mente no puede defenderse. Karna, desde Rusia, es capaz de trasladar esa intranquilidad, ese descontrol y ese pánico a Diabolic: Soundtrack For My Nightmares.
The Damned – Phantasmagoria (1985)
Nada permanece, todo muere. Lo que una vez fue algo vivido, límpido y brutal, en algún momento futuro será una fantasmagoría, una realidad que sólo vislumbrarse a través de las transparencias del tiempo en forma de recuerdos, revivals y parodias; todo decae, envejece, muere: sólo permanece lo que evoluciona, lo que tiene posibilidad de adelantarse al propio espíritu del presente cada vez que tiene ocasión de hacerlo. Los demás, quienes se dejan arrastrar por los pastos de un pasado que siempre les parece más verde, son aquellos que vagan como fantasmas por un mundo que ya ni siquiera reconocen. Ese es el destino de los viejos artistas, aquellos que no saben mantener el exigente ritmo del presente o morir a tiempo.
Maria Et – La Fuite En Avant (1986)
La escasez genera soluciones creativas. Cuando es imposible tener acceso a todos los componentes básicos de la tradición que nos resulta más cercana, a los materiales necesarios para construir la receta cultural que mejor se ajusta a nosotros, es necesario inventar una receta nueva a partir de los componentes básicos a los cuales sí tenemos acceso; quedarse de brazos cruzados no hará que aparezca por arte de magia aquello que necesitamos, porque cuando algo falla la única opción es adaptarse o morir. De ahí han surgido la mayoría de movimientos que una vez fueron extraños, los insospechados giros en la noche, que han ido edificando la historia de la cultura humana: cuando se mezclan elementos que se suponen ajenos, a veces se consigue un resultado nuevo y satisfactorio.
David Bowie – Sue (Or In A Season of Crime) (2014)
Quien nace rey nunca conoce de la autoridad del campeón. Mientras que al rey se le regala la corona, por nacimiento tiene la sangre debida, el campeón arrebata su puesto al presente mismo, por trabajo tiene la cualidad adecuada; ningún rey tiene autoridad sobre campeón alguno, porque los campeones están hechos de sueños e imposibles. La soberanía del campeón es la del hombre que ha superado la ansiedad de la influencia, aquel que logra derrotar a su sombra (cada vez más alargada, cada vez más poderosa) cada día y se impone triunfante como el legítimo señor de su disciplina. El campeón lo es porque ha construido su vida alrededor de lograrlo, no porque naciera con las cualidades necesarias para serlo.
Antiguo Régimen – Política De Tierra Quemada (2014)
Siempre hemos sido capaces de encontrar elementos comunes entre la música y otras disciplinas artísticas/culturales. Identificar desarrollos, conceptos más bien, que se repiten en ámbitos diferentes y que de alguna manera conectan ambas experiencias. Encontramos así una clara conexión entre la música y la arquitectura: estructura y construcción; sonidos que nos sugieren fríos muros de ladrillo, melodías que nos atrapan en un lúgubre foso de hormigón armado, ritmos que se presentan sin avisar como aristas cortantes y que terminan por rodearnos en una jaula de acero y vidrio de la que no querremos escapar. Estructuras sonoras sólidas que sirven para cimentar, sobre los que ir diseñando y construyendo un complejo entramado de hormigón, acero, ruido y melodía sólo en manos de aquellos que conocen y saben explotar las complicadas tramas discursivas de la música y con capaces de crear con ello todo un universo personal de decadencia, estructuras pesadas e imágenes concretas. Así asimilamos la propuesta musical de los valencianos Antiguo Régimen; una sólida propuesta post punk que es capaz de asomarse a la arquitectura brutalista en su disco Política De Tierra Quemada.