Noche de monstruos, noche de disfraces baratos de originalidad difusa, noche de bebidas insalubres de nombres exóticos a precios desorbitados, noches de bailes más o menos etílicos al son de ruido de radiofórmula al que difícilmente pondríamos el calificativo de «Música». ¿Esto es Halloween? Mientras las fiestas temáticas patrocinadas por infectas marcas de zumo de cebada o licores de sabor repulsivo invaden la noche de los muertos con la contundencia de una división Panzer al completo, en esta santa casa —con esa labor altruista y desinteresada que siempre nos ha caracterizado— nos plantamos frente a esta horda de terror de centro comercial —o bazar— para contraatacar con El Terror®.
No es casualidad que la selección musical que le planteamo comience con los inquietantes sonidos industriales que dan entrada al magnífico «Abyss» de Chelsea Wolf: queremos pasar miedo y qué mejor que empezar con los sonidos oscuros y mecánicos que poco a poco nos invita a pasear por estos pasillos estrechos y húmedos y que desembocan en una maraña doom densa de la mano de My Dying Bride, With The Dead y Electric Wizard del que difícilmente podremos escapar. Cuando, no sin esfuerzo, salimos de ese agujero negro cubiertos de una sustancia del color y densidad de la brea, nos recibe la violencia sónica habitual del death metal técnico y antiaéreo de Cattle Decapitation: no dejará títere con cabeza. En caso de que hayan sobrevivido a las violentas sacudidas de la anterior parada, no se dejen engañar por el tímido in crescendo que escuchamos mientras las paredes si tiñen de rojo profundo: tanto Goblin como John Carpenter inundan la estancia con su synth de marcado sabor setentas y vísceras. Eso que parece ser una luz al final de este largo pasillo al que ya no recordamos cómo hemos entrado parece invitarnos a continuar la marcha mientras intentamos recuperar la respiración y la cordura. Es inútil. ¿Qué sería del Terror sin la melancolía? Un profundo carácter goth nos rodea y le maravillosa voz de Nadine Shah se empieza a hacer fuerte mientras nuestros pasos se hacen más lentos y pesados a medida que avanzamos en «Runaway». La luz que intuíamos era el final de este periplo sonoro permanece impasible ante nosotros, sin poder alcanzarla mientras nuestros pies se hunden cada vez más y más en la decadencia postindustrial de los cuatro titanes que dan por zanjado este viaje sonoro al otro Halloween: Rome, Death In June, Der Blutharsch y Sol Invictus.
Nos rodea gente con los disfraces echo pedazos y los andares difusos, escuchamos a duras penas voces que intuimos nos piden tabaco o fuego en alguna suerte de idioma desconocido alimentado por las bebidas de precios hinchados y graduación etílica contraria a todos los principios humanos. Ante este panorama que se presenta ante nosotros, sólo nos queda una salida: volver a adentrarnos en esta selección musical y revivir los momentos de angustia, placer y lujuria.
Studio Suicide 
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