En estos tiempos confusos para la música, y todos esos satélites que le rodean, en el que se abusa de las etiquetas y sobre todo se abusa mal —muy mal— de ellas, es un alivio encontrarnos con proyectos como Thee Maldoror Kollective —antes Textbook Of Modern Karate y antes, otra vez, Thee Maldoror Kollective— que, lejos de caer en la (auto)imitación y la repetición constante de sonidos ya explorados y exprimidos, continúa en su obsesión de seguir explorando los límites de su música así como incendiar su zona de confort a cada nuevo lanzamiento. Knownothingism hereda gran parte de la idiosincrasia que este grupo transalpino a desplegado en sus anteriores trabajos —sí, incluso de la etapa de black metal avant-garde con trazas electrónicas del genial «New Age, Viral Order»— y demuestra una vez más de los que son capaces de hacer con los elementos adecuados, el tiempo necesario (su anterior referencia, «Need The Needle», era de 2009) y con un mensaje concreto.
Xiu Xiu – Angel Guts: Red Classroom (2014)
En todo acto humano siempre queda algún rastro del animal que somos. Aunque la cultura es lo que nos define por encima de la naturaleza, trascendiendo nuestra esencia animal para devenir en algo más —aunque no en algo diferente, ya que no dejamos de ser animales—, sería peligroso obviar que toda cultura está edificada sobre el firme suelo de nuestras necesidades esenciales; comer, matar o reproducirnos siempre está en la base de cualquiera de nuestros actos, aunque dada su complejidad tengan infinitos más matices que hagan imposibles reproducirlas al mero instinto. Somos animales, animales que matan y comen y follan, pero incluso para eso nos inventamos complejos métodos rituales a través de los cuales llevarlos a cabo. Porque somos animales, pero animales humanos.
Burn In Hell – Spiderfightcatwaterhate (2011)
Despiertas sobresaltado, con la cabeza abotargada y la boca pastosa; no recuerdas como has llegado a este lugar. Todo parece extraño, no aciertas a identificar la mugrienta habitación que, supones, te ha acompañado durante la noche. El calor húmedo te oprime el pecho al mismo tiempo que un olor nauseabundo termina por golpearte en la boca del estomago obligándote a buscar respuestas —y alivio— en la calle. Tras recuperarte, a duras penas, de la implacable fortaleza de los rayos del Sol y tras quedarte fascinado siguiendo con la mano el rítmico tac-tac de la pata de palo cuyo dueño, un veterano pirata que te mira con desprecio, camina tambaleándose hacia a ti, escuchas a lo lejos una música que no atinas a reconocer pero que irremediablemente guía tus pasos. Descubres con alivio un antro mugriento del que parece salir tan lisérgico y magnético sonido y sin dudarlo dos veces cruzas el umbral para encontrarte, al fondo del minúsculo tugurio, con lo que parece ser un grupo de piratas golpeando y maltratando con precisión milimétrica sus instrumentos. Es el cabaret de los piratas, es Spiderfightcatwaterhate de Burn In Hell.
Tangerine Dream – Thief OST (1981)
Todo acto tiene su propia banda sonora. En tanto el sonido nos acompaña en cada instante, incluso en lo más profundo del silencio absoluto —porque todavía oiríamos los latidos de nuestro corazón, la sangre fluyendo a través de nuestras venas—, pretender que es posible recrear la realidad obviando el sonido es una quimera carente de sentido; todo acto va acompañado de gestos sonoros que lo determinan y enfatizan, dotándolo de una entidad del que carecerían si no apelaran también a nuestro oído. Cuantos más sentidos involucremos en un acto, más real se nos antojará. Escuchar aquello que percibimos a través de la vista no es un capricho a la contra de nuestra predominancia cognitiva, visual por encima del resto, sino un acto necesario para percibir la totalidad del mundo fenoménico que nos envuelve y nos rodea.
Adormilados en un imperio falso
Son de Ohio pero podrían ser de New Jersey y haberse llamado The Universal. Porque pese a haberse convertido en unos inevitables de las revistas de tendencias tras la revelación que supuso Boxer, The National no tiene un discurso localizado en lo geográfico, por mucho que a menudo lluevan referencias a calles y ciudades en sus canciones. Antes de nada vamos a ahorrarnos emplear las palabras Leonard, Cohen y barítono para hablar de ellos; eso se lo dejamos a los oyentes más sumisos y manipulables. Yo venía a hablar principalmente de Matt Berninger, de su universo literario y su importancia (extra)musical.
Mamiffer – Statu Nascendi (2014)
La curiosidad, y el espíritu aventurero son características que definen a un músico o a cualquier otro agente implicado en la creación artística. Aventurero porque necesita explorar los límites del sonido para conseguir dominarlos y adaptarlos a su universo particular. Aventurero porque es capaz de exponerse a lo desconocido, a aquello que se esconde tras el gran telón negro que, desde la lejanía de nuestra posición no-artística, parece infranqueable. Una exploración cuyo principio se encuentra en el individuo, sin agentes externos que puedan desviar su foco del objetivo, sin elementos que puedan distraer su atención hacia otros aspectos narrativos alejados de su objeto primario. Sólo cuando dos o más individuos con esas mismas inquietudes coinciden, el nivel de aventura aumenta exponencialmente y es en ese instante cuando se crean obras de profundo e inquietante calado. Mamiffer explora los límites de la música a lo largo de este Statu Nascendi y nos prepara para lo que serán los próximos pasos en la aventura de este dúo estadounidense.
salyu x salyu – s(o)un(d)beams (2011)
Aunque se suele defender la idea de que es imposible crear nada nuevo, que sólo es posible repetir lo que ya se ha hecho antes, de vez en cuando algún artista se encarga de recordarnos que eso es una estupidez propia de almas débiles. El único límite del arte son los límites de la fantasía. Si tenemos en cuenta que la fantasía no tiene límites, porque es todo aquello que es concebible como posible en algún otro mundo ajeno al nuestro, entonces veremos hasta que punto es derrotista la premisa de que no existe novedad posible en el mundo; todo se deriva de alguna otra cosa, hunde sus raíces en algo, pero no por eso es una renuncia a la novedad. Estar constituido de cosas conocidas no anula la novedad del conjunto, lo importante es el resultado final.
The National – Trouble Will Find Me (2013)
Los géneros son una realidad fluida, en transformación constante, en tanto el estancamiento es sinónimo de la muerte para ellos. En la música, más que en ningún otro arte, se aprecia la necesidad constante no tanto del cambio como del contrapunto, la evolución sutil que no cambia las bases pero sí modifica lo accesorio; la fluidez del sonido, su tendencia a hacerse familiar al oído, produce que cualquier intento de repetir fórmulas conocidas se vea, entre los aficionados de cierto criterio, como un ejercicio nefando de estancamiento. Rara vez se acusa a un escritor o un cineasta de hacer siempre lo mismo, en ocasiones incluso se celebra que lo hagan, pero con que una sola vez un música repita coordenadas sería natural que se le considere muerto. «Experimenta o muere» — ese es el lema del arte musical.
Shugo Tokumaru – Port Entropy (2010)
Aunque pudiera parecer lo contrario, incluso los individuos de corazón negro —nosotros mismos, por ejemplo— tienen la capacidad innata de disfrutar los amaneceres y las torpezas de los cachorritos y las flores en primavera y la caída de las hojas en otoño; la belleza concebida como consenso estético normalizado no es tal, ya que trasciende el consenso: su belleza se da por sí misma. Existen cosas que son hermosas, felices y agraciadas en su forma, de forma independiente de los ojos que lo miren. No es posible ver algunas cosas sin reconocer su belleza inflando de amor nuestro pecho, haciendo imposible afirmar que en realidad son cosas horrendas que sólo hacen encoger nuestro corazón. Incluso los individuos de corazón negro pueden llorar por un acto puro.